‘Carmilla’ de Joseph Sheridan Le Fanu

Año de publicación: 1897

Nº de páginas: 511

Editorial: DeBolsillo

La protagonista, Laura, narra cómo su vida pasa de plácida y tranquila a desconcertante y espantosa cuando aparece Carmilla, una joven hermosa y enigmática. Laura, la protagonista de la historia, es una joven que vive con su padre y unos criados en un antiguo castillo en las lejanías de Estiria (Austria). A menudo, recuerda cuando era una niña y estaba dormida en los brazos de una joven y se despertaba al sentir dos agujas en su cuello.

Su vida da un giro cuando, delante del castillo donde viven, el carruaje de una dama sufre un accidente, y su hija, que también viajaba en él, queda inconsciente. Como la dama no podía perder tiempo y debía seguir su viaje, la joven es recibida en el castillo Hollis hasta que su madre vuelva a buscarla. Laura y la joven, Carmilla, traban amistad, a pesar de que la nueva inquilina muestra rarezas en su comportamiento: se despierta después de mediodía y se encierra en su cuarto sin dar señales de estar en él.

Para poder disfrutar de este relato al máximo, creo que hay que acercarse a él teniendo en mente que la imagen del vampiro no estaba tan desarrollada o tan explotada en la época en que se escribió como lo está hoy en día. Lo que puede parecernos ignorancia de los personajes ante lo evidente si lo leemos con nuestra perspectiva actual, se convierte en un horror abismal si conseguimos desembarazarnos de nuestras ideas preconcebidas.

La escritura es un reflejo directo del escenario en el que se desarrollan los hechos y de los hechos mismos: densa y calmada a la vez, como un peso lánguido que se arrastra de una página a otra, imitando a la perfección la caída de Laura, casi sin darse cuenta, en un abismo cercano a la muerte. No hago este apunte respecto al ritmo con una connotación negativa. Muy al contrario, el autor consigue transportarnos a una época en la que todo se movía a una velocidad diferente, las disposiciones eran menos inmediatas y los gestos mucho más amplios.

Este estilo narrativo, junto con las vívidas imágenes de delirio que Laura nos describe en su relato de los hechos, nos lleva a verdaderos momentos de terror, incluso a pesar de la brecha temporal. En contraste, en otras ocasiones nos encontramos ante los arrebatos de una amistad profunda entre las dos protagonistas que por momentos deriva en un amor apasionado e irresistible a pesar de lo siniestro.

Si te interesa la novela gótica, no dudes en leer este relato corto lleno de imágenes fascinantes, a través del cual podrás acercarte a los orígenes de la figura del vampiro en la literatura.

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‘Frankenstein’ de Mary Shelley

frankenstein

Título original: Frankenstein: or, The Modern Prometheus

Año de publicación: 1818

Nº de páginas: 315

Editorial: Ediciones B

El origen de esta novela fue un relato de fantasmas que Mary Shelley escribe durante una velada de amigos en la casa de Lord Byron. El primer impulso de su autora —que tenía dieciocho años cuando comenzó esta obra—, fue el de crear una historia aterradora, pero el proceso creativo posterior hizo de esta novela una obra cuyo hilo conductor es la profundización y el estudio del alma humana. Frankenstein o el moderno Prometeo, título completo de la novela, nos desvela los misteriosos secretos del hombre: el hombre suplantando a Dios o el hombre de aspiración divina. Pero al igual que en el mito griego, la osadía de robar y poseer el secreto de los dioses no puede quedar sin castigo. Será entonces su propia creación la encargada de martirizarle, ese buitre que da vueltas sobre su cabeza y no le abandona.

Frankenstein es un clásico en el que llevaba mucho tiempo queriendo sumergirme y he de decir que el primer chapuzón me ha fascinado. Es una obra desgarradora de principio a fin,  muy alejada del retrato que la mayoría tenemos en mente, derivado de las adaptaciones cinematográficas y la cultura pop. La criatura que protagoniza esta narración, a la que en ningún momento se le da un nombre, es un ser consciente, sensible y poseedor de una inteligencia que iguala la de su creador.

Además yo sentía cierto desprecio por la aplicación de la filosofía natural moderna. Era muy distinto cuando los maestros de la ciencia buscaban la inmortalidad y el poder; tales enfoques, si bien carentes de valor, tenían grandeza; pero ahora el panorama había cambiado. El objetivo del investigador parecía limitarse a la aniquilación de las expectativas sobre las cuales se fundaba todo mi interés por la ciencia. Se me pedía que trocara quimeras de infinita grandeza por realidades de escaso valor.

La original estructura de historia dentro de otra historia (hasta en 3 niveles distintos) nos brinda la oportunidad de escuchar la crónica de los hechos en primera persona desde diferentes perspectivas: el científico Frankenstein, la criatura creada y un observador externo e imparcial. Esto nos obliga a evaluar lo acontecido de manera mucho más concienzuda que si solo contáramos con la narración de una de las partes. La criatura consigue hacernos entender su sufrimiento ante la continua injusticia de su existencia y Víctor nos muestra con absoluta claridad cómo una fuerza paralizadora le impide llevar a cabo la única petición de su monstruo.

Aprenda de mí, si no por mis advertencias, sí al menos por mi ejemplo, lo peligroso de adquirir conocimientos; aprenda cuánto más feliz es el hombre que considera su ciudad natal el centro del universo, que aquel que aspira a una mayor grandeza de la que le permite su naturaleza.

El despertar de la criatura al mundo es, en mi opinión, uno de los pasajes más bellos del libro: la conciencia paulatina de sus propios sentidos, de los sonidos, colores y olores que lo rodean, el conocimiento de sí mismo, la calidez del fuego descubierto por azar… Esta parte de la narración, enmarcada en la única conversación que mantienen Frankenstein y el monstruo, tiene un magnetismo especial. El hecho de que Víctor tenga que alejarse tanto de la civilización para hablar con su criatura impone una distancia en la que hay espacio, incluso, para un rayo de comprensión. Esta misma distancia, recorrida en sentido inverso para reencontrarse con los suyos, anula posteriormente cualquier esperanza de acuerdo.

No he podido parar de comparar la lectura de este libro con la de Drácula. A pesar de ser tan diferentes, Frankenstein ha despertado a menudo ideas, atmósferas y sentimientos similares.

¿Por qué presume el hombre de una sensibilidad mayor a la de las bestias cuando esto sólo consigue convertirlos en seres más necesitados? Si nuestros instintos se limitaran al hambre, la ser y el deseo, seríamos casi libres. Pero nos conmueve cada viento que sopla, cada palabra al azar, cada imagen que esa misma palabra nos evoca.

La escritura de Mary Shelley es completamente envolvente y evocadora: podemos ver los bellos paisajes suizos y la agreste costa irlandesa como si estuvieran ante nuestros propios ojos. Es difícil hacerse a la idea de que una obra de tal calibre saliera de la pluma de una chica de dieciocho años. Una obra maestra con mayúsculas de la que nadie debería prescindir.

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frankenstein

‘Drácula’ de Bram Stoker

dracula

Título original: Dracula

Año de publicación: 1897

Nº de páginas: 511

Editorial: DeBolsillo

Novela epistolar, narración en la que se elevan distintas y apasionadas voces, intensa historia de amores y sentimientos, ejemplo indiscutible de novela gótica. El irlandés Bram Stoker no soñaba con que su libro, publicado en 1897, se convertiría en un clásico una y mil veces visitado y reinterpretado, desde Bela Lugosi a Francis Ford Coppola.

La obra de Bram Stoker no es ni la primera aparición del mito del vampiro en la literatura ni desde luego la última, pero sí podemos decir que es la más conocida en la cultura popular. A pesar de ello, si las únicas referencias previas que tenemos son las de algunas de las versiones cinematográficas, el libro sorprende y mucho.

Para empezar, las apariciones del conde Drácula a lo largo de la novela se pueden contar con los dedos de una mano, a excepción de en la primera parte, donde lo conocemos a través de los ojos del pobre Jonathan Harker. El resto del tiempo el vampiro sigue estando muy presente pero solo como una sombra terrorífica, reflejada en las inquietudes y temores del resto de personajes. A menudo son más siniestras las escenas en las que aparece Renfield, un enfermo psiquiátrico a quien la cercanía del conde afecta de manera brutal.

Las descripciones detalladísimas y una ambientación muy cuidada nos llevan a sentir vivamente el terror ancestral que destila la figura del conde: un ser inmortal, prácticamente invencible y con un poder que a menudo escapa al entendimiento de los personajes. Este es otro de los motivos por los que siempre habrá un abismo insalvable entre esta obra literaria y cualquier adaptación posible. En sí mismo, Drácula es un personaje multiforme cuya apariencia humana es solo un espejismo, una más de sus caras.

La particular estructura del libro contribuye en gran medida a la continua sensación de desasosiego; no contamos con el apoyo de un narrador omnisciente. Todos los hechos nos llegan en forma de diarios, cartas, telegramas y recortes de periódico, con lo que la historia a menudo queda incompleta por largos periodos de tiempo.

La etiqueta de clásico de la literatura universal está completamente justificada. Además de haber trascendido hasta unos niveles que dejarían a Bram Stoker clavado en el sitio, es una obra con una calidad literaria excelente. Una lectura pausada y muy disfrutable que todos deberíamos visitar al menos una vez.

Mi versión de la portada: