Título original: The Virgin Suicides
Año de publicación: 1993
Nº de páginas: 229
Editorial: Anagrama
En menos de un año y medio, las cinco hermanas Lisbon, adolescentes entre trece y diecisiete años, se suicidaron.
Los jovencitos del barrio habían estado siempre fascinados por esas inalcanzables jóvenes en flor, y veinte años después, aquellos chicos ya en la frontera de la mediana edad, intentan desentrañar el enigma de aquellas lolitas muertas que siguen fascinándolos.
Me hubiera encantado acercarme a este libro a través de ojos nuevos en vez de con la visión que deja a su paso la adaptación cinematográfica. Es una historia magnífica en la que lo más importante no es la historia en sí, sino el cuidado puesto en cada detalle que lo compone, en cada metáfora que añade una nueva lente. El punto de vista desde el que observamos los hechos añade gran parte de esa sensación de nostalgia y misterio que predomina.
La opresión que sufren las hermanas Lisbon en su casa, bajo la mirada de acero de su madre, les impide disfrutar de un mundo que se abre ante ellas, que casi pueden tocar. Todos los personajes que las rodean, los que nos están contando su historia (vecinos, compañeros de clase, profesores), encuentran en la chicas una especie de fascinación hipnótica, como ante lo desconocido y lo inexplicable. Se trata de un intercambio completamente unidireccional. En muy pocos momentos o ninguno son conscientes las hermanas de la atención que reciben o el matiz que encierra esta curiosidad. Ellas están solas. En el caso de los adolescentes, piensan que son inalcanzables y las admiran desde la lejanía. Los adultos que rodean a la familia prefieren no intervenir, dejando solo un espacio libre para el morbo y el chismorreo. Incluso los encuentros sexuales de Lux en el tejado de su casa, cuando la decadencia de la familia ha alcanzado su punto álgido, carecen de emoción o entrega. El único momento en el que hay una conexión real es cuando los chicos consiguen llamarlas por teléfono y, sin mediar palabra, intercambian canciones con ellas como forma de confesión.
Aunque en un principio el suicidio de Cecilia se percibe como algo aislado (la propia Lux comenta más adelante que las demás no son como ella, que ella era la rara) conforme observamos el deterioro de la vida de los Lisbon nos planteamos si no fue ella, Cecilia, la más lúcida de todas o al menos la que captó la imagen completa antes que las demás.
Es una novela extrañamente mágica y melancólica que nos deja en los labios un sabor a veranos pasados. El autor ha hecho un magnífico trabajo en esta narración, enlazando temas como el paso del tiempo y las máscaras sociales tras las que nos movemos por el mundo. Estoy deseando seguir explorando su obra.
Mi versión de la portada: