Título original: The Art of Racing in the Rain
Año de publicación: 2006
Nº de páginas: 200
Editorial: Suma
El arte de conducir bajo la lluvia lo tiene todo: amor, tragedia, redención, peligro y lo mejor: el narrador canino Enzo, cuya alma de perro longevo tiene mucho que enseñarnos sobre el ser humano. Enzo sabe que él no es como los demás canes. Él es un pensador de alma casi humana. Denny Swift es un joven y prometedor piloto de carreras de quien Enzo ha obtenido una amplia comprensión de la condición humana y del que ha aprendido que la vida, al igual que las carreras, no es una cuestión de velocidad. Es posible superar con éxito todas las pruebas de la existencia con las técnicas necesarias para competir en la pista de carreras.
En la víspera de su muerte, Enzo hace balance de su vida y rememora todo aquello por lo que han pasado él y su familia: los sacrificios realizados por Denny en aras a lograr el éxito profesional, la inesperada pérdida de Eve, esposa de Denny, la despiadada batalla legal por la custodia de la hija de ambos. Al final, pese a ser consciente de sus propias limitaciones, Enzo cumple heroicamente con una obligación para preservar a la familia Swift, conservando en su corazón el sueño de que Denny se convierta en un campeón de carreras y retenga a Zoë junto a él.
El interés principal de este libro se basa en una perspectiva muy original desarrollada de manera deliciosa. No estamos en la cabeza de un perro cualquiera. Enzo es un mago de las palabras, un filósofo y un estudioso de la condición humana. A través de sus ojos vemos el mundo de otra forma: un complejo compendio de emociones que se desgranan fácilmente en su mente, pero de las que no puede participar de forma directa. Nos describe su situación como la de un espectador dentro de una caja de vidrio en la que el sonido fluye hacia dentro pero nunca hacia fuera; puede verlo y oírlo todo, pero no puede dar su opinión ni compartir su sabiduría.
¿Qué sería de Aquiles sin su tendón? ¿Qué sería de Sansón sin su Dalila? ¿Y Edipo sin su complejo? Como no puedo hablar, he estudiado el arte de la retórica sin que el ego ni el interés empañaran mis juicios, así que conozco las respuestas a esas preguntas.
Su condición de narrador imparcial está siempre presente: nos dibuja a Denny, su dueño, como una persona que roza la perfección, aunque intuimos en muchas ocasiones, y como es normal, que no es así. De repente, podemos poner voz a esa fidelidad incondicional que todos asociamos a la relación entre un perro y su amo.
Su educación, además de en sus observaciones, se basa en gran medida en la televisión, donde los distintos programas que ha visto han proporcionado a Enzo un conocimiento profundo que puede aplicar en sus reflexiones sobre la vida. Sus favoritos son sin duda los vídeos de carreras que Denny le pone una y otra vez. La filosofía de las cuatro ruedas y los circuitos de alta velocidad se cuela en su mente continuamente y le sirve para explicar su mundo, justificar las acciones de su dueño y las suyas propias.
En general es un libro con un aire triste pero también necesario. Nos pone en sintonía con algunos aspectos incómodos de la vida que tendemos a sortear pero lo hace de una manera sana. La soledad o la muerte son inevitables pero precisas; en un caso para estar con uno mismo, en el otro para perderse a uno mismo y poder continuar a lo que ha de venir después.
¿O se habrá dado cuenta, al fin, de lo que se siente al ser, como yo, un perro? Con el correr de esos minutos interminables, ¿entendió que estar solo no es lo mismo que sentirse solo? ¿Que estar solo es un estado neutral? ¿Que es como ser un pez ciego en el fondo del mar, sin ojos, y, por lo tanto, sin discernimiento? ¿Es posible? Lo que me rodea no afecta mi ánimo. Mi ánimo afecta a lo que me rodea. ¿Es verdad? ¿Es posible que Denny haya apreciado la naturaleza subjetiva de la soledad, que es algo que sólo existe en la mente, no fuera de ella, y, que, como un virus, es incapaz de sobrevivir sin un anfitrión que lo acoja?
En boca de un narrador humano podría tratarse de una novela bastante normal, mediocre incluso, pero el acierto con que el autor nos pone en la cabeza de Enzo, en sus ojos y en sus instintos, la convierte en una lectura bastante destacable.
Mi versión de la portada: