‘El restaurante del fin del mundo’ de Douglas Adams

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Título original: The Restaurant at the End of the Universe

Año de publicación: 1980

Nº de páginas: 208

Editorial: Anagrama

Ilustración en portada: Julio Vivas

Armados de la Guía del autoestopista galáctico, los protagonistas del libro más divertido de la década continúan sus disparatadas aventuras, que les conducirán al asombroso Restaurante del fin del mundo. En esta segunda entrega de la trilogía de Douglas Adams (que por la magia de las paradojas espaciales permite ser leída en cualquier orden), Ford Perfect, Arthur Dent, Trillian, Zaphod Beeblebrox y Marvin, el Androide Paranoide, se enfrentan a la tetera automática de la que sólo mana un líquido asqueroso, al planeta condenado porque sus habitantes se empeñaron en tener más zapaterías de la cuenta, a un olvidado transporte espacial cuyos pasajeros, debido a toda clase de estúpidos retrasos, llevan novecientos años esperando que la nave arranque, y luego al Restaurante del fin del mundo, situado en el momento del tiempo en el que el universo entero llega a su estrepitoso final: un inusitado número de cabaret, amenizado por la música ligera de la orquesta del restaurante.

Esta segunda parte de la serie de Douglas Adams mantiene el nivel de la primera en todos los sentidos. Desde las primeras páginas ya es difícil contener las carcajadas. Los diálogos sencillamente geniales y los personajes más disparatados que podrías imaginar hacen de este libro una lectura rapidísima y muy satisfactoria. Los continuos viajes en el tiempo y el espacio y las paradojas que derivan de ellos conducen a los protagonistas por una serie de situaciones inverosímiles y desternillantes. La Energía de Improbabilidad Infinita volverá a hacer de las suyas.

Uno de los problemas fundamentales en los viajes a través del tiempo no consiste en que uno se convierta por accidente en su propio padre o en su madre. En el hecho de convertirse en su propio padre o en su propia madres no existen problemas que una familia bien ajustada y de mentalidad abierta no pueda solucionar.

Uno de los aspectos más simpáticos de esta entrega es leer cómo el terrícola Arthur Dent encaja (o no) en todos estos mundos que le son completamente ajenos. Al pobre aún le cuesta asimilar que su planeta de origen ha dejado de existir en el tiempo presente. Mientras lo intenta se ve catapultado, junto a la pandilla más pintoresca, al borde mismo del Tiempo para presenciar el fin del Universo desde un restaurante que ofrece servicio de cena con espectáculo.

El encuentro de Zaphod Beeblebrox con su bisabuelo, que en realidad es descendiente suyo, debido aun un pequeño problemilla con un contraconceptivo y una máquina del tiempo, es memorable. La historia de los golgafrinchanos y el final en el que desemboca, volviendo a colocarnos al principio de la historia, son simplemente sublimes.

Si te gustó la primera parte de la serie, no dudes en embarcarte en esta búsqueda del hombre que rige el Universo, a quien el ex-presidente bicéfalo de la galaxia pretende sonsacar la pregunta última sobre la Vida, el Universo y Todo lo Demás.

La respuesta a la pregunta definitiva, de eso sí que podemos estar seguros, es cuarenta y dos.

Hay una teoría que afirma que si alguien descubriera lo que es exactamente el Universo y el por qué de su existencia, desaparecería al instante y sería sustituido por algo aún más extraño e inexplicable.

Hay otra teoría que afirma que eso ya ha ocurrido.

Te gustará si te gustó ‘Wilt’ de Tom Sharpe.

Mi versión de la portada:

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