Título original: Les deux pigeons
Año de publicación: 2016
Nº de páginas: 250
Editorial: Nórdica
Como las palomas de la fábula, Théodore y Dorothée se aman tiernamente. Esto no evita que se pregunten: ¿cómo divertirse?, ¿alimentarse?, ¿qué hacer con estos dos cuerpos?, ¿a qué dedicarse?, ¿deberíamos fundar una familia, trabajar, sentirnos indignados?, ¿qué hacen los otros? Esta novela, que relata el romance de una pareja de hoy, es también una pintura de la sociedad francesa de la década de 2000 y la generación que llega ahora a la edad adulta. Una generación engañada y menospreciada a menudo por su falta de pasión. La narración rezuma una inteligente ironía que hace a los personajes cómicos y terriblemente entrañables.
Para aquellos que formamos parte de la generación millennial, este libro es un mosaico de pequeños espejos, cada uno orientado en un ángulo ligeramente distinto, de manera que no necesariamente nos vemos en todos ellos pero sí es seguro que varios nos devuelven nuestro reflejo.
¿Quién iba a poder entender la necesidad que la impulsaba, cuando tenía la sensación de no haber trabajado lo suficiente, a trabajar menos aún, a sumergirse en la selva de los blogs –blogs de cocina, blogs de perfumes, blogs de moda, blogs de blogs-, a consumir, a comprar jerséis, vestidos, joyas que, de forma fugitiva, le permitían ver a medias, desde lo hondo de la cloaca donde le chapoteaba el alma, una promesa de belleza?
La precariedad laboral, la falta de motivaciones vitales, el desencanto por los representantes políticos, la desesperanza por el deterioro del medio ambiente… Visto así, podría parecer que hablo de una narración de tintes pesimistas, pero nada más lejos de la realidad. Esos aspectos están presentes como telón de fondo pero también hay cabida para el lado brillante de las cosas. El foco principal no deja de ser la unión de dos personas que exploran los diferentes aspectos de su relación sin haberse autoimpuesto un contrato externo o un horizonte temporal en el que alcanzar ciertas metas establecidas por la sociedad (aunque a menudo piensen en ello). El choque entre estas dos caras de la realidad provoca fricción, por supuesto, pero también energía y movimiento.
Dorothée le prestaba las cremas y las lociones; Théodore le prestaba los vaqueros que ya no se ponía y los calcetines. Iba afianzándose una confusión. La conciencia de ser una mujer, una mujer frente a un hombre, se difuminaba, refluía hacia la tranquila indiferencia y la igualdad serena que recordaba haber sentido fugitivamente en lo hondo de una infancia tan lejana que le parecía una vida anterior.
La forma que tiene el autor de tomar un tema general como punto de partida para cada capítulo casi nos da la sensación de estar viendo un documental sobre la vida moderna cuyo público objetivo no es sino nosotros mismos; el cometido final es que nos reconozcamos en lo más genial y lo más ridículo de los tiempos que corren.
…ya está, ya duerme, duermen los dos, sumidos en el sueño como dos planetas en el espacio infinito; y la operación más misteriosa y más íntima de toda su vida en común, compartir a diario el sueño, en que se libera una fuerza indispensable para su unión, la fuerza del olvido, esa operación ocurre sin que tengan ninguna conciencia de ella.
Al final tenemos una lectura que, sin ser una obra maestra, nos saca más de una sonrisa y nos pulsa ciertos botones que merece la pena pulsar de vez en cuando para no olvidar cómo sonaban.
Mi versión de la portada: