‘Aprendiz de asesino’, ‘Asesino real’ y ‘La búsqueda del asesino’ de Robin Hobb

Títulos originales: Assassin’s Apprentice; Royal Assassin; Assassin’s Quest

Año de publicación: 1995; 1996; 1997

Nº de páginas: 392; 656; 830

Editorial: Plaza & Janés

Esta trilogía es un viaje fantástico y maravilloso que nos mueve más desde el sentimiento que desde las proezas épicas. El mundo en el que nos sumerge está en un equilibrio perfecto entre lo conocido y la sorpresa, la rutina y lo extraordinario. Aunque lo que aquí realmente importa son los personajes.

El protagonista, Traspié Hidalgo Vatídico, no es el héroe que ha de salvar el mundo ni el monarca que conduce a su pueblo a la salvación, sino alguien que se ve atrapado en medio de toda esa vorágine, que accedió a entrar en el juego sin ser muy consciente de a qué se exponía y que, muy a su pesar demasiado tarde, se da cuenta de que su deseo más profundo era tener una vida normal. Lo acompañamos durante toda su infancia y adolescencia, durante las cuales su aprendizaje como asesino real lo obliga a crecer un poco demasiado pronto.

Como ya comenté en la reseña de ‘La misión del bufón’, lo que más me gusta del estilo de esta autora es la sensación de familiaridad y empatía que nos despierta. El nivel de introspección al que se abre el protagonista es algo difícil de encontrar en este género literario, en el que el foco suele estar en la acción. Es imposible no querer a Traspié Hidalgo y sufrir por él como si nosotros mismos fuéramos Burrich. La conexión que comparte con Ojos de Noche termina de redondear esta visión: una voz que tiene un acceso aún más profundo a su yo interior y cuyas palabras nos abren una puerta a nosotros también.

Lo único que le achacaría a esta serie es que el último libro de la trilogía, especialmente hacia el final, se siente bastante precipitado. Ese ritmo pausado de los libros anteriores en el que había cabida para el detalle, se diluye en este caso y viaja hacia el lado opuesto. En mi opinión, no hubieran sobrado 100 páginas más en las que expandir el desenlace y anclar la resolución.

Para mí, el punto álgido de esta historia está sin duda en las últimas páginas del segundo libro, en las que se mezclan en un cóctel perfecto un sentimiento desgarrador de incertidumbre con el alivio, el apego y la magia. Me parecieron maravillosas hasta el punto de pasar a formar parte de ese cajón de fragmentos para el recuerdo que guarda todo lector. Nos fusionamos con Traspié cuando se cuestiona qué es lo que realmente merece la pena en esta vida, si el poder o la libertad, y si no nos estaremos equivocando por completo.

Ven, caza conmigo, susurra la invitación en mi corazón. Deja atrás el dolor y recupera tu vida. Hay un lugar donde cada momento es ahora, y las decisiones son sencillas y siempre te pertenecen.

Los lobos no tienen rey.

Después de esto, Robin Hobb pasa a ser una de mis autoras de fantasía favoritas y estoy deseando seguir leyendo la trilogía de El Profeta Blanco, cuya primera parte ya me enamoró.

Te gustará si te gustó ‘El nombre del viento’ y ‘El temor de un hombre sabio’ de Patrick Rothfuss.

Mi versión de la portada:

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