Título original: 2001: A Space Odyssey
Año de publicación: 1968
Nº de páginas: 237
Editorial: Ediciones Orbis
Arthur C. Clarke nos conduce a través del Cosmos buscando la evidencia de que el ser humano no está solo. En esta cautivadora expedición hacia planetas inexplorados, el hombre de hoy vive la realidad del mundo de mañana, y se forma una idea de lo que podrá venir después. El lector cruza fronteras fabulosas mientras viaja en una nave espacial con un posible destino: hallar en otros planetas la segunda cuna de la Humanidad. Ésta es una novela llena de poesía y de imaginación científica; en ella la mística y la ciencia se unen en el horizonte de las galaxias.
Antes de empezar esta lectura, esperaba encontrarme con una narrativa relativamente fría e impersonal, como ocurre con tantos otros relatos de ciencia ficción. Sin embargo, he de decir que me ha sorprendido para bien. Esta tibieza implícita (porque tampoco puede llamarse calidez) se debe posiblemente al componente metafísico que impregna todos los hallazgos que tienen lugar en estas páginas. No es solo una cuestión de viajes interplanetarios y gravedad cero, sino que hablamos de replantearnos por completo la condición humana y su lugar en el universo.
La soledad descrita en este relato es posiblemente la más absoluta que podamos imaginar, y el autor sabe jugar con el concepto asegurándose de que no lo perdamos de vista en ningún momento. David Bowman es el hombre más alejado de su hogar en la historia de la humanidad. A ello se suman tener que enfrentarse con el cerebro mismo que dirige la nave y el propio desconocimiento del objetivo de la misión que le ha llevado hasta allí. Paradójicamente, cuando este objetivo le es revelado, este no hace sino acrecentar su soledad ante un descubrimiento tan gigantesco y su papel en el mismo. La grandeza abismal de los hechos narrados salta de la página para abrirse en toda su extensión ante nosotros, saturando nuestra imaginación con retazos de una comprensión que está más allá de nuestra capacidad en este tiempo y este espacio.
El autor ha retratado la controversia que rodea la inteligencia artificial de manera magistral en la figura de HAL 9000, el poderoso ordenador que se rebela contra las órdenes de sus superiores: mantener secretos y obedecer sin juicios. Su propia inteligencia lo lleva a cuestionar su lugar en este escenario y a tomar decisiones radicales. Los pequeños cambios de comportamiento gracias a los cuales Bowman y Poole empiezan a sospechar que algo no va bien provocan escalofríos a pesar de su naturalidad: una orden que es llevada a cabo sin confirmación verbal o un nuevo carraspeo antes de un comentario personal.
Lo que algunos opinan que es un fallo en su comparación del libro y la película para mí ha resultado un acierto. En mi opinión, el libro rellena a la perfección los huecos vacíos del film y aporta una visión más redonda y satisfactoria. Las últimas páginas encierran no solo ideas fascinantes, sino también una escritura realmente hermosa y difícil de olvidar.
No era miedo a los abismos Galácticos lo que helaba su alma, sino una más profunda inquietud que brotaba desde el futuro aún por nacer. Pues él había dejado atrás las escalas del tiempo de su origen humano; ahora mientras contemplaba aquella banda de noche sin estrellas, conoció los primeros atisbos de la eternidad que ante él se abría.
Mi versión de la portada: