Título original: The Essex Serpent
Año de publicación: 2016
Nº de páginas: 408
Editorial: Siruela
Diseño de portada: Peter Dyer
Ambientada en Londres y en un pueblo de Essex en la década de 1890 e inspirada por los debates de los descubrimientos médicos y científicos de la época, La serpiente de Essex es en esencia la historia de dos personas extraordinarias que se enamoran de una forma poco corriente.
Cuando el marido de Cora Seaborne fallece, esta comienza su nueva vida con tanta tristeza como alivio: su matrimonio no era feliz y nunca encajó en el papel de esposa perfecta. Acompañada por su hijo Francis, deja Londres y se traslada a Essex, donde espera que los espacios abiertos les proporcionen el refugio que necesitan. Allí escuchan rumores de más allá del estuario que aseguran que la mítica serpiente de Essex, que según dicen vagaba en el pasado por los pantanos reclamando vidas humanas, ha vuelto a la parroquia costera de Aldwinter. Cora, una naturalista aficionada, está segura de que la bestia puede ser una especie desconocida.
En sus pesquisas se topa con William Ransome, el vicario local. Will contempla la inquietud de sus parroquianos desde un punto de vista moral, como una desviación de la fe verdadera. Y aunque Cora y Will no están de acuerdo en nada, según pasa el tiempo ambos se ven inexorablemente empujados el uno hacia el otro.
La lectura de este libro es como un paseo de domingo por el campo, o más bien sucesivos paseos a lo largo y ancho de un año. La resumiría como una experiencia sin demasiados sobresaltos ni revelaciones trascendentales pero que resulta agradable en el plano del detalle. La autora conduce la narración de manera sosegada: entre suceso y suceso hay tiempo de sobra para descripciones cuidadas de la luz y los sonidos que rodean a los personajes.
Se guarecían entre los restos de un clíper que había embarrancado allí hacía una década, y allí lo habían reducido a cuatro palos negros clavados en la arena que parecían el costillar de algún mastodonte ahogado, y los turistas lo llamaban Leviatán. No quedaba muy lejos del pueblo, y a los niños les dejaban llegarse hasta sus proximidades para jugar. Nadie los regañaba allí, porque nadie los veía. Colgaban en verano la ropa de aquellos palos; y en invierno, hacían hogueras pequeñitas a su abrigo, temerosos siempre de que se prendiera fuero el casco, y un poco tristes, también, porque eso no pasaba nunca.
Los protagonistas son bastante complejos dentro de la restricción derivada de la considerable cantidad de ellos y de la extensión del libro. Cada uno sufre su propio desarrollo, muy distinto del de los demás, del que somos testigos a través de sus cartas y las diferentes voces que aportan a la narración. Uno de los temas más presentes y que ocupa gran parte del espacio de la historia es, sin duda, el choque entre ciencia y religión, entre superstición y evidencia, que encuentra en Aldwinter el campo de pruebas perfecto. Ligado a ello también chocamos con la idea tradicional del amor en contraposición a otra que no es necesariamente más nueva: aquella que defiende que este puede llegar en muchos formatos diferentes.
El estilo se aleja en gran medida de muchos estereotipos presentes en la mayoría de las novelas ambientadas en la época victoriana que he leído hasta ahora. La atmósfera familiar y hogareña es en muchos casos bastante más distendida de lo que estamos habituados a ver en este tipo de literatura. Cora Seaborne, con su costumbre de vestir como un hombre, los momentos en que rechaza su propia femineidad y la felicidad limpia y transparente que la inunda tras la muerte de su marido, se erige como una figura bastante peculiar en su época, insinuando una nueva visión del género y sus roles.
La estructura de la historia, marcada por el paso de las estaciones, me pareció un gran acierto muy en línea con ese cuidado puesto en la ambientación. El mismo Aldwinter evoluciona a la par que los personajes, subrayando sus acciones y reflejando a menudo su paisaje interior.
El que se acerque a este libro buscando misterio y acción (la sinopsis puede llevar a equívoco) se llevará un gran chasco. Es una historia para disfrutar sin prisas y que plantea más preguntas que respuestas ofrece.