Título original: Flaubert’s Parrot
Año de publicación: 1984
Nº de páginas: 232
Editorial: Anagrama
El doctor Geoffrey Braithwaite, gran entendido en la figura y en la obra de Flaubert, realiza un recorrido por los lugares por donde transcurrió la vida del escritor. En Rouen, concretamente en el Hotel-Dieu, hospital en donde el padre de Flaubert ejerció como cirujano y en donde el autor pasó su infancia, descubre en la mesa de trabajo del escritor un loro disecado llamado Loulou que al parecer le sirvió como inspiración para redactar Un Coeur Simple, una de sus obras más desconocidas.
En Croisset, visita la que fue residencia de Flaubert y allí descubre la existencia de otro loro disecado que aseguran sirvió también como punto de partida para la creación de la novela.
¿Cuál de los dos loros es el auténtico?
Geoffrey Braithwaite nos guía en su investigación sobre la vida del autor francés a través de los aspectos más curiosos de la misma: sus cartas, sus amoríos o los animales con los que convivió, entre otros. Este planteamiento tan original y el estilo que emplea nos atrapan, nos arrancan alguna que otra carcajada y nos regalan un buen puñado de citas memorables, como se puede apreciar en esta reseña.
¿No será que la forma más segura de placer, nos dice implícitamente Flaubert, es el placer de la ilusión? ¿Acaso hay alguien que necesite irrumpir en el desolado desván del cumplimiento?
Aunque en un principio da la sensación de que el narrador se ciñe exclusivamente a hechos históricos, a medida que avanza en su crónica nos damos cuenta de que siente tal admiración por la figura de Flaubert que le resulta imposible ser objetivo. Pierde los papeles a la mínima ofensa, arremete contra críticos renombrados que han hecho tal o cual comentario…
¿Cómo es que las reliquias nos ponen tan cachondos? ¿No tenemos la fe suficiente en las palabras? ¿Creemos que los restos de una vida contienen cierta verdad auxiliar?
Uno de los temas recurrentes entretejidos en casi todos los datos que se nos revelan es la perspectiva del escritor sobre el proceso creativo, convirtiéndose el relato a veces en un ensayo metaliterario en toda regla, aunque de carácter bastante disipado. La figura del loro ocupa un lugar privilegiado, llegando a simbolizar en numerosas ocasiones aquellos rincones del pensamiento de Flaubert sobre los que no hay manera de arrojar ninguna luz.
Se puede definir una red de dos maneras, según cuál sea el punto de vista que se adopte. Normalmente, cualquier persona diría que es un instrumento de malla que sirve para atrapar peces. Pero, sin perjudicar excesivamente la lógica, también podría invertirse la imagen y definir la red como hizo en una ocasión un jocoso lexicógrafo: dijo que era una colección de agujeros atados con un hilo.
El narrador nos deja asomarnos poco a poco dentro de su propia vida privada, lo que aporta una dimensión nueva al texto. Muchos de los juicios que hace sobre la vida y obra del autor francés pasan, gracias a la forma en que nos los cuenta, a través del filtro de su propia experiencia vital. El capítulo en que nos habla de las obras apócrifas de Flaubert nos muestra especialmente este enfoque: formando un paralelismo sobresaliente, las vidas apócrifas, lo que pudo ser y no fue más que en la mente del autor, cobran una importancia esencial.
Podemos pasarnos muchos decenios estudiando archivos, pero a menudo sentimos la tentación de alzar los brazos y declarar que la historia no es más que otro género literario: el pasado es una ficción autobiográfica que finge ser un informe parlamentario.
Cuando al final nos deja ver mucho más allá dentro de su propia persona, ya sentimos que conocíamos algunos aspectos recónditos que no habían sido dichos pero sí insinuados.
Los libros dicen: ella hizo esto porque. La vida dice: ella hizo esto. En los libros las cosas quedan explicadas; en la vida no.
Mi versión de la portada:
A Still Life With Fruit, Parrots And A Cockatoo, Jakob Bogdany (1658–1724)