Título original: ノルウェイの森 [Noruwei no mori]
Año de publicación: 1987
Nº de páginas: 381
Editorial: Tusquets
Toru Watanabe, un ejecutivo de 37 años, escucha casualmente mientras aterriza en un aeropuerto europeo una vieja canción de los Beatles, y la música le hace retroceder a su juventud, al turbulento Tokio de finales de los sesenta. Toru recuerda, con una mezcla de melancolía y desasosiego, a la inestable y misteriosa Naoko, la novia de su mejor –y único– amigo de la adolescencia, Kizuki. El suicidio de éste les distancia durante un año hasta que se reencuentran en la universidad. Inician allí una relación íntima; sin embargo, la frágil salud mental de Naoko se resiente y la internan en un centro de reposo. Al poco, Toru se enamora de Midori, una joven activa y resuelta. Indeciso, sumido en dudas y temores, experimenta el deslumbramiento y el desengaño allá donde todo parece cobrar sentido: el sexo, el amor y la muerte. La situación, para él, para los tres, se ha vuelto insostenible; ninguno parece capaz de alcanzar el delicado equilibrio entre las esperanzas juveniles y la necesidad de encontrar un lugar en el mundo.
Es el primer libro de Murakami que llega a mis manos y puedo decir sin duda que seguiré leyendo a este autor. Me ha cautivado su estilo y su forma de marcar el ritmo. El carácter de toda la obra podría resumirse en un par de adjetivos: íntima y exquisita. Los personajes, las escenas y los espacios quedan perfilados al detalle con un mínimo esfuerzo. Todo es suave y lento, a pesar de la crudeza de algunas situaciones. Los ambientes adquieren un matiz tridimensional casi de casualidad a través del hilo conductor que son los pensamientos del protagonista.
Tiene muchos de los ingredientes de una historia romántica, triángulo amoroso incluido, y sin embargo queda lejos de lo que cabría esperar de este tipo de argumentos. Temas como el paso de la adolescencia a la madurez, la soledad y la muerte se despliegan ante el lector bajo diferentes formas, todas ellas a la luz de una extraña melancolía feliz. Estoy de acuerdo con la mayoría de las opiniones que he leído en cuanto a que es una historia triste, pero creo que hay que matizar esta tristeza como algo atenuado por la distancia, que en ningún momento abruma ni satura. Incluso las escenas más grises son también hermosas y cálidas en cierto sentido. Para mí, esto es lo que hace de esta novela algo tan especial.
En esa línea de sigilo y delicadeza, encontramos algunas imágenes mágicas como esta:
Destapé el bote, saqué la luciérnaga y la deposité en un reborde que sobresalía unos tres centímetros del depósito. La luciérnaga se sostenía a duras penas en su nuevo hábitat. Dio una vuelta alrededor del perno tambaleándose y se subió a unos desconchones de la pintura que parecían costras. De pronto avanzó hacia la derecha, se dio cuenta de que aquello era un callejón sin salida y viró de nuevo hacia la izquierda. Después de encaramó muy despacio a la cabeza del perno y se acurrucó. Permaneció inmóvil, como si hubiese exhalado el último suspiro.
Yo la observaba apoyado en la barandilla. Durante mucho rato, ni la luciérnaga ni yo hicimos el menos movimiento. El viento soplaba a nuestro alrededor. Las incontables hojas del olmo susurraban en la oscuridad.
Esperé una eternidad.
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Mi versión de la portada: